Caminar por la Gomera
La Gomera, a pie
Desde la cubierta del transbordador de la isla de la Palma, La Gomera se perfila como un lugar remoto, misterioso, a explorar en su perfil de barrancos y precipicios hundiéndose en el mar. De trecho en trecho, punteando la línea de costa, pequeñas poblaciones levantadas en lo que luego, al mirar el mapa, se identificarán como Punta Majona,
Punta Llana o Roca Bermeja. De lejos se intuye una abrupta orografía que, más tarde, al atracar en el puerto de San Sebastián, se hace realidad en forma de cuestas, precipicios, cortados…, todo ello tapizado de encaladas barriadas y empinadas calles.
Durante mucho tiempo, hablar de La Gomera era sinónimo de incomunicación y, además, de acusada curiosidad de los nativos hacia todo aquello que de fuera proviniera. Y es que es un hecho que, hasta bien entrados los años sesenta, no existió en la isla una red de carreteras y caminos medianamente aceptable. Y cuando se trazaron, la orografía obligó a ajustarse al lecho de los barrancos en su bajada desde las cumbres…de ahí que, aún hoy la circulación por el interior gomero sea lenta, escasamente ágil. Y es que la comunicación terrestre llegó a ser tan complicada que poblaciones contiguas se comunicaban a través de barcos de cabotaje, como en el caso de El Cabrito y Santiago, distantes entre sí en apenas tres kilómetros en línea recta.
Y es que tan remoto era –y es este lugar, que la isla era el último y primer territorio que Cristóbal Colón pisaba en sus viajes a América. Y de aquí, según la tradición, se tomó el agua con el que se bautizó el continente. Todavía se conserva el pozo donde se extrajo aquella agua bautismal. Un cartel reza con esta agua se bautizó América…Y no es este pozo el único rastro del pasado colombino existente en la isla: la casa donde se alojó Colón, ahora un museo; la iglesia de la Asunción, donde el navegante oró antes de embarcarse -aunque está muy reformada, y apenas queda nada de aquella época-.
Sin embargo, son pocos los que se detienen en San Sebastián a buscar el pasado del descubridor de América…o, simplemente dejarse llevar por sus calles plácidas y encaladas. Casi todos los que desembarcan en el puerto enfilan, sin solución de continuidad, el camino del parque nacional de Garajonay, las playas perdidas al fondo de los barrancos, los Hermigua o Gran Rey, Los Órganos o El Alto, un mirador desde el que, perfilada en la línea del horizonte, se distingue el cono del Teide, en Tenerife
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